Mi actriz audiovisual favorita, Kurumi Momose (nombre real Sato), solicitó un trabajo en la empresa como novata. Un hombre quería monopolizarla y amenazó a Kurumi con la condición de que se quedara callada en compañía, no solo tocando sus senos sino también eyaculando en su vagina. A medida que continuaron los días miserables, mis colegas también acudieron en masa al pastel porque conocían la verdadera identidad de Kurumi.